-¿A qué sabe la muerte?, si ella también se lo pregunto…
creo que ahora se arrepiente de ello o bueno lo haría su pudiera.
En un pequeño cuarto iluminado únicamente por una vela;
la cual estaba colocada en una mesa en el centro de la habitación, había un
chico de escasos 13 años, su cara podía verse perfectamente debido a la pequeña
flama.
-Aun recuerdo cuando me lo pregunto- dijo al momento que
una sonrisa digna de su edad, bastante infantil, adornaba su rostro. –Ella tenía
esa duda, yo no quería que lo preguntará.
La luz llegó al lugar, solo para que segundos después
volviera a desaparecer.
-No quería responderle, pero ella sabía que yo conocía la
respuesta.
Sus ojos color avellana se cerraron un momento para dejar
caer unas pocas lágrimas.
-¿Y tenía razón? – pregunto el mayor mientras observaba
fijamente al chico… Hacía ya un rato que la luz no regresaba, por eso se vio en
la necesidad de usar la vela.
-Si, pero yo no quería decirla- decía el chico aun con
las lágrimas corriendo por las mejillas. –Le pedí que no insistiera- dijo
balbuceando un poco.
Se percato de como el chico quería limpiar las gotas
saladas pero las ataduras en sus muñecas no le permitieron hacerlo. No entendía
porque tenía que tenerlo inmovilizado, era un niño de 13 años ¡Por Dios!
-Aun así lo izo, ¿No es verdad?- dijo con firmeza.
-Si… No quería, pero ella insistió- decía intentando controlar
su llanto. –Pero… ella lo consiguió. –Leves temblores invadieron su cuerpo.
-¿Qué paso?, dime como sucedió todo- dijo mientras
colocaba las manos en la mesa. Se sentía desesperado, quería saber donde estaba su hija, que tenía que ver el
chico en su desaparición.
Las luces nuevamente
parpadearon, parecía ser que era un aviso de que la luz aun tardaría en
llegar.
-Ella… busco la respuesta, sentía curiosidad-su rostro
infantil logró calmarse un poco; las
lágrimas poco a poco dejaron de salir.
-¿Cómo la encontró?- quería respuestas.
-Ella se encontraba a mi lado buscando la respuesta a su
gran duda… le dije que no podía decirla; que no al dejaría encontrarla. No le
importo, estaba cada vez más sobre mí.
-¿Y tú se la diste?
-Ella la encontró- dijo el chico viéndolo directamente a
los ojos pero desviando su mirada rápidamente.
-¿Cómo?-Viajo al lugar donde los humanos no deben ir.
-¿A dónde?
-A lo más profundo de la oscuridad.
-¡¿De qué diablos hablas?! ¿Dónde demonios queda eso?-
pregunto desesperado. Pensó que el chico diría otra cosa, tal vez que su hija
había terminado en un barranco, en una fosa, vaya incluso habría aceptado un
pozo, pero no. Él chico tenía que salir con una tontería de tremendo tamaño.
-En un lugar que usted no puede visitar. –Cerró sus ojos
con fuerza, queriendo evitar que algo saliera, un ser hambriento de curiosidad.
-Escucha, he intentado ser paciente. He evitado el llamar
a tus padres o a la policía.
-No tengo padres- dijo de forma cortante el chico. Aun
así no abría los ojos... Creía que podría soportar la ansiedad.
-¡Como sea!- dijo alzando la voz- dime donde se encuentra
Sara.
-No puedo decirlo- decía el chico ladeando el rostro.
-He tenido suficiente- se dirigió al pequeño, llevando
sus manos al rostro de este obligándolo a quedar frente a frente. –Abre los
ojos- dijo con voz autoritaria, logrando que el menor obedeciera.
No debió pedirlo, pero la cuestión era que no esperaba encontrar algo así, nunca
le hubiera pasado por la cabeza.
Ahí estaba, en el momento en que pudo ver fijamente los
ojos color avellana del niño pudo encontrar a su hija.
-Sara- dijo a modo de susurro. Su hija, su Sara se
encontraba encerrada en las pupilas del chico.
-¿Pero cómo?- estaba atónito.
-Debe huir- le dijo al momento en que soltó su rostro. –Ella
esta bien, encontró la respuesta que buscaba, pero solo tengo permitido tener a
un prisionero.
-¿Prisionero? – tardo un poco en reaccionar pero logró
articular palabra.
-¡Déjala ir ahora mismo!- decía casi gritando.
-No puedo… escúcheme, tiene que huir. –decía una vez más.
-¡Devuélvela!
-¡Váyase!- volvía a llorar, estaba desesperado, si el
mayor no se iba no podría controlar lo que pasaría y simplemente aumentaría la
lista de víctimas.
-¡Te dije que…- no pudo terminar la frase, una mano
cadavérica tapo su boca y lo llevo a lo más profundo de la habitación.
-¡Nooo!-grito el pequeño al escuchar el perfecto sonido
del crujir de huesos.
-Sara… no pude salvarlo.
“No importa, él no te escucho… pero ahora se a que sabe
la muerte”.
-No pude hacer nada por él- decía a la chica dentro de él
mientras la sangre comenzaba a correr por el piso.
Fin.