domingo, 16 de septiembre de 2012

El sabor de la muerte.


-¿A qué sabe la muerte?, si ella también se lo pregunto… creo que ahora se arrepiente de ello o bueno lo haría su pudiera.
En un pequeño cuarto iluminado únicamente por una vela; la cual estaba colocada en una mesa en el centro de la habitación, había un chico de escasos 13 años, su cara podía verse perfectamente debido a la pequeña flama.
-Aun recuerdo cuando me lo pregunto- dijo al momento que una sonrisa digna de su edad, bastante infantil, adornaba su rostro. –Ella tenía esa duda, yo no quería que lo preguntará.
La luz llegó al lugar, solo para que segundos después volviera a desaparecer.
-No quería responderle, pero ella sabía que yo conocía la respuesta.
Sus ojos color avellana se cerraron un momento para dejar caer unas pocas lágrimas.
-¿Y tenía razón? – pregunto el mayor mientras observaba fijamente al chico… Hacía ya un rato que la luz no regresaba, por eso se vio en la necesidad de usar la vela.
-Si, pero yo no quería decirla- decía el chico aun con las lágrimas corriendo por las mejillas. –Le pedí que no insistiera- dijo balbuceando un poco.
Se percato de como el chico quería limpiar las gotas saladas pero las ataduras en sus muñecas no le permitieron hacerlo. No entendía porque tenía que tenerlo inmovilizado, era un niño de 13 años ¡Por Dios!
-Aun así lo izo, ¿No es verdad?- dijo con firmeza.
-Si… No quería, pero ella insistió- decía intentando controlar su llanto. –Pero… ella lo consiguió. –Leves temblores invadieron su cuerpo.
-¿Qué paso?, dime como sucedió todo- dijo mientras colocaba las manos en la mesa. Se sentía desesperado, quería saber  donde estaba su hija, que tenía que ver el chico en su desaparición.
Las luces nuevamente  parpadearon, parecía ser que era un aviso de que la luz aun tardaría en llegar.
-Ella… busco la respuesta, sentía curiosidad-su rostro infantil logró calmarse un poco;  las lágrimas poco a poco dejaron de salir.
-¿Cómo la encontró?- quería respuestas.
-Ella se encontraba a mi lado buscando la respuesta a su gran duda… le dije que no podía decirla; que no al dejaría encontrarla. No le importo, estaba cada vez más sobre mí.
-¿Y tú se la diste?
-Ella la encontró- dijo el chico viéndolo directamente a los ojos pero desviando su mirada rápidamente.
-¿Cómo?-Viajo al lugar donde los humanos no deben ir.
-¿A dónde?
-A lo más profundo de la oscuridad.
-¡¿De qué diablos hablas?! ¿Dónde demonios queda eso?- pregunto desesperado. Pensó que el chico diría otra cosa, tal vez que su hija había terminado en un barranco, en una fosa, vaya incluso habría aceptado un pozo, pero no. Él chico tenía que salir con una tontería de tremendo tamaño.
-En un lugar que usted no puede visitar. –Cerró sus ojos con fuerza, queriendo evitar que algo saliera, un ser hambriento de curiosidad.
-Escucha, he intentado ser paciente. He evitado el llamar a tus padres o a la policía.
-No tengo padres- dijo de forma cortante el chico. Aun así no abría los ojos... Creía que podría soportar la ansiedad.
-¡Como sea!- dijo alzando la voz- dime donde se encuentra Sara.
-No puedo decirlo- decía el chico ladeando el rostro.
-He tenido suficiente- se dirigió al pequeño, llevando sus manos al rostro de este obligándolo a quedar frente a frente. –Abre los ojos- dijo con voz autoritaria, logrando que el menor obedeciera.
No debió pedirlo, pero la cuestión  era que no esperaba encontrar algo así, nunca le hubiera pasado por la cabeza.
Ahí estaba, en el momento en que pudo ver fijamente los ojos color avellana del niño pudo encontrar a su hija.
-Sara- dijo a modo de susurro. Su hija, su Sara se encontraba encerrada en las pupilas del chico.
-¿Pero cómo?- estaba atónito.
-Debe huir- le dijo al momento en que soltó su rostro. –Ella esta bien, encontró la respuesta que buscaba, pero solo tengo permitido tener a un prisionero.
-¿Prisionero? – tardo un poco en reaccionar pero logró articular palabra.
-¡Déjala ir ahora mismo!- decía casi gritando.
-No puedo… escúcheme, tiene que huir. –decía una vez más.
-¡Devuélvela!
-¡Váyase!- volvía a llorar, estaba desesperado, si el mayor no se iba no podría controlar lo que pasaría y simplemente aumentaría la lista de víctimas.
-¡Te dije que…- no pudo terminar la frase, una mano cadavérica tapo su boca y lo llevo a lo más profundo de la habitación.
-¡Nooo!-grito el pequeño al escuchar el perfecto sonido del crujir de huesos.
-Sara… no pude salvarlo.
“No importa, él no te escucho… pero ahora se a que sabe la muerte”.
-No pude hacer nada por él- decía a la chica dentro de él mientras la sangre comenzaba a correr por el piso.

Fin.

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